El problema de los 3 cuerpos, una reseña sin destripar casi nada

Dice el refrán que no hay dos sin tres, así que aquí está la tercera serie de moda que comento en lo que va de año: El problema de los 3 cuerpos.

Publico la entrada rompiendo una vez más con mi habitual desfase respecto a los estrenos, sean del tipo que sean, pero también con la idea de leer los libros antes de ver la adaptación a la pequeña pantalla. Pero al tener tantas lecturas en la recámara, he sucumbido a la tentación y al continuo bombardeo de Netflix cada vez que he accedido a la plataforma.

Como digo, por si algún parroquiano anda despistado, la serie se basa en la trilogía de libros de Liu Cixin, ganador del premio Hugo y finalista del Nébula, en los que se nos plantea la posibilidad de que una civilización extraterrestre establezca contacto con los habitantes de nuestro planeta.

Hasta aquí, podría tratarse de una revisión más de esa posibilidad, recurrente en la literatura y la cinematografía de ciencia ficción. Sin embargo, el éxito de la novela radica, como no podía ser de otra forma, en el original planteamiento de ese posible contacto.

La historia nos sitúa en la revolución comunista de China, desde la que, tras el el paso de los años, una joven y prodigiosa científica responde al que podría ser el primer mensaje de una civilización extraterrestre. Dicho mensaje es, además, una referencia histórica real, pues se trata de la famosa señal conocida como WOW!, recibida en 1977.

Posiblemente, uno de los aspectos que más me ha gustado de la historia sea el marco histórico que, de alguna manera, envuelve gran parte de los acontecimientos. Hacer uso de la señal, que sigue siendo un misterio, o localizar la posible respuesta desde la tierra en un contexto histórico y geográfico como la China comunista, me ha parecido un gran acierto, sumamente atractivo. De hecho, según avanzamos, y el pasado y el presente se van acercando perdiendo poco a poco la necesidad de mirar atrás y la consecuente referencia histórica, siento que la narración pierde algo esencial.

Al no haber leído la trilogía o al menos el primer volumen, que es en el que se basa esta primera temporada estrenada en la plataforma, desconozco si el desarrollo de la historia en el libro sufre de la misma manera la ausencia paulatina de ese marco histórico, pero supongo que sí.

En general, tras la habitual sensación inicial de sentirme atrapado, poco a poco me he sentido un tanto defraudado, sobre todo en los capítulos 5, 6 ó 7. En ellos, una vez resueltas casi todas las incógnitas iniciales, la narración parece entrar en un letargo, en el que los acontecimientos que se suceden entran en un plano personal con menos atractivo (por lo menos para mí); o desarrollan el hilo referido a las posibles actuaciones de la humanidad frente al contacto extraterrestre, en un sentido mucho más convencional en este tipo de historias.

Aún así, la serie se ve con facilidad, es amena y mantiene un ritmo interesante que engancha. No en vano, sus creadores estuvieron detrás de la adaptación televisiva de Juego de Tronos. Hasta tenemos algunos actores fácilmente reconocibles que formaron parte del elenco de aquella súper producción.

Podríamos decir que la historia cuenta con un grupo de protagonistas que formarían el núcleo esencial y que responde a un grupo de amigos, antiguos compañeros de universidad. Cada uno de ellos va a verse inmerso en los acontecimientos que se desarrollan a nivel mundial, asumiendo uno u otro papel según sus responsabilidades profesionales o su situación personal. Y sucede así hasta el capítulo final, en el que el último de ellos descubre que también él tiene algo que decir o hacer y no puede permitirse el lujo de mantenerse al margen.

Alrededor de ellos, tenemos unos potentes personajes secundarios, aunque no lo son tanto, fundamentales para que una historia tenga la profundidad y solidez suficiente. Algunos de ellos mantienen vínculos con todos o casi todos los protagonistas, otros sólo con algunos, o lo irán teniendo poco a poco con cada uno de los antiguos compañeros. Entre ellos, tengo que destacar los papeles que realizan las actrices responsables de dar vida a Ye Wenjie, Zine Tseng en su juventud y Rosalind Chao en el presente; así como el del «detective» o «agente de seguridad «investigador» interpretado por Benedict Wong.

Tras haber visto La Señal, que comenté el mes pasado (aquí), volver a pensar en la posibilidad de una contacto extraterrestre podría parecer algo repetitivo, pero en ningún momento he tenido la sensación de estar viendo algo similar. Ambas historias tratan el tema desde puntos de vista muy diferentes y aportan algo distinto a una de las grandes cuestiones latentes en el mundo actual.

Precisamente, estos últimos meses han sido especialmente interesantes en cuanto a noticias relacionadas con el espacio. Se han reportado nuevos descubrimientos, o posibles descubrimientos, o se han vuelto a constatar la recepción de señales desde el espacio. Realmente, lo queramos o no, es algo que según avance nuestra capacidad tecnológica puede reportar cada vez más noticias y, por qué no, grandes titulares como los que proponen ambas series.

En este sentido, el planteamiento que hace Liu Cixin acerca de la forma de contactar de esa civilización, a través de una novedosa y avanzadísima realidad virtual, casa perfectamente con el mundo que vivimos. Un mundo que, en 2014, fecha de publicación de la obra, ya se empezaba a antojar tecnológicamente complejo y polémico.

La primera temporada nos deja sin una resolución, claro está, pues estamos hablando de una trilogía literaria. Así que, aunque quedan cerrados bastantes hilos argumentales, aún quedan abiertos otros tanto, sobre todo cómo va a continuar adelante la posible respuesta de la humanidad y qué papel van a seguir teniendo los acérrimos seguidores de los Sān tǐ.

Así que no descarto embarcarme finalmente en su lectura, pues aunque la plataforma parece haber confirmado la continuación de la producción con una segunda temporada, no sé si me va a merecer la pena esperar. Y en ese tiempo, quizá me dé lugar a completarla y tener así una idea previa, como me sucedió precisamente con Canción de hielo y fuego.

Creo que ya lo he comentado en alguna ocasión en esta Taberna, pero no suele afectarme ni en uno ni en otro sentido haber visto o leído previamente una historia. La cuestión fundamental no suele ser esa, sino el tiempo.

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