Reseña vintage: Buen viaje

Ha pasado un año y un mes de la segunda y última reseña vintage que hice en esta Taberna (aquí) por lo que ya iba siendo hora de recuperar la sección y hablar de otro clásico de los juegos de mesa de hace… Buen viaje.

ABRIENDO LA CAJA (UNBOXING VISUAL)

No he encontrado mucha información del juego, pues las ediciones más recientes hacen que la búsqueda de información específica de aquellas primera versiones de los años 70-80 queden relegadas.

Editado por la empresa Educa (ahora también Borrás) tuvo diferentes versiones fácilmente diferenciables por la fotografía que ilustraba cada una de ellas. Aunque en la mayoría, los protagonistas de éstas era un grupo heterogéneo y pintoresco de viajeros que parecían proceder de diferentes partes del mundo. También existió una en la que el mapamundi aparecía rodeado de multitud de banderas y una más, justo la que nos ocupa, que tenía como protagonistas a unos niños jugando con él en el suelo de su casa. Esta versión aparece en la BGG como la edición infantil o para niños, pero desconozco qué cambios pudo incorporar comparándola con el resto.

Como digo, en nuestro caso conservamos esa edición teóricamente infantil.

El juego, como otros muchos que conservamos de la misma editorial, venía en una caja rectangular. A día de hoy, esas cajas siguen perfectamente almacenadas en un armario del salón de nuestra casa paterna, una encima de la otra, casi sin deformaciones.

La parte inferior carecía de ilustración alguna, y en la tapa, o parte superior, se incluían las mencionadas fotos o ilustraciones.

Al abrir la caja, descubríamos que la tapa contenía en su interior las reglas del juego, así como el resto de información habitual sobre el juego. Era una práctica habitual en muchísimos juegos de Educa, con lo que estaba asegurado que nunca podríamos perder las instrucciones.

La tapa también incluía una etiqueta en papel con referencias de la editorial. Es lo único que se nos ha «roto», realmente separado.

Tal y como se puede leer en las imágenes superiores, la etiqueta estaba concebida como una ficha de orientación pedagógica en la que se resumían las bondades del juego, aunque también incluían las referencias editoriales y otra información «oficial».

La caja tenía un inserto en cartón de color naranja sobre el que teníamos el tablero y al levantarlo podíamos ver ordenados los billetes, las tarjetas de las diferentes ciudades que iban a funcionar como destino de los viajeros y las tarjetas con los recorridos a realizar.

Los billetes eran de papel y como se ve en la imagen superior cada uno venía en un color diferentes según su valor. Conservamos todos, ¡increíble! Y en un estado excepcional.

Las tarjetas eran de cartón rígido, muy diferente al que vemos en juegos actuales que en muchas ocasiones parece más papel mal prensado.

Las tarjetas de las ciudades tenían una imagen icónica de la misma por un lado y, por el otro, información relevante sobre ella.

En cuanto a las tarjetas de recorridos, sólo tenían ilustradas una de las caras, en la que veíamos un mapamundi y cuatro ciudades marcadas en él.

El juego incluía unas fichas de colores para cada representar a cada viajero/jugador y que tenían la particularidad de ser apilables. Siempre me recordaron a aquellos lápices de forma muy similar que podían conseguirse como premio en algunos dulces o chucherías y que también se apilaban de forma muy similar.

Y, evidentemente, también incluía unos dados, cuatro en total, hechos en madera roja y con los clásicos puntos dorados. Eran muy habituales en juegos de la época, pero también lo era que el color de los puntos desapareciera con el uso. En nuestro caso, y a pesar de haber jugado muchísimo, siguen conservándose muy bien.

Por último, el tablero venía plegado en cuatro partes y representaba un mapamundi con forma de globo terráqueo extendido. Viéndolo ahora, y como suele suceder con otros mapas políticos antiguos, resulta curioso observar cómo han cambiado algunas fronteras.

Por la parte de atrás aparecían repetido, como si se tratase de un diseño, el nombre de la editorial.

Como se observa en las imágenes superiores, a pesar de los dobleces originales, el tablero se conserva también muy bien.

EL JUEGO

Hace un par de años reseñaba nuestra experiencia jugando a La vuelta al mundo en 80 días con los más pequeños de la casa (aquí), comentando cómo me recordaba el concepto general del juego al clásico editado por EDUCA en los años 80.

Indudablemente, como decía en aquella ocasión, las mecánicas del juego de DEVIR superan la simplicidad del anterior, lo que no resta valor sentimental al juego, ni valor educativo, que era su principal objetivo.

En el que nos ocupa, los jugadores deberían completar un viaje por el mundo realizando una serie de paradas en una serie de ciudades en las que deberían comprar una tarjeta a modo de recuerdo. La tarjeta incluía en el anverso una imagen icónica del lugar, así como información de interés en el reverso, de forma que los participantes podían aprender al llegar a cada nuevo destino algunos detalles significativos del mismo.

Pero quizá lo más importante venía de la mano de las tarjetas que incluían los destinos por los que cada jugador debía pasar. Estas tarjetas se repartían al azar al comienzo de la partida e incluían unos mapamundis en los que aparecían marcadas las ciudades. Era habitual que antes de iniciar la partida en sí, los jugadores pasáramos un tiempo prudencial localizando en el mapa que representaba el tablero todos esos puntitos negros con nombre que mostraba nuestra tarjeta. Recuerdo que este simple ejercicio de traslación espacial de un pequeño mapamundi a un mapa bastante más grande, era ya muy interesante. Pero, como digo, aún más el hecho de tener que situarlos convenientemente en su lugar, reconociendo los hemisferios, norte y sur, los continentes, etc.

Ahora que hemos jugado algunas partidas con mis hijos (11 y 7), he recordado perfectamente cómo lo hacíamos nosotros y preguntábamos a los mayores solicitando su ayuda para saber dónde estaba exactamente tal o cual ciudad. Y recuerdo también que no recibíamos una respuesta exacta, sólo algunas referencias generales, para que nosotros mismos fuéramos poco a poco situándonos en el mapa y localizáramos finalmente cada ciudad.

La tarjeta que incluía las ciudades que debíamos visitar no incluía un recorrido concreto y obligatorio, así que cada jugador debía decidir en qué orden realizaría su viaje.

Para desplazarse por el tablero los jugadores podían elegir entre viajar por tierra, mar o aire. Cada uno de estos transportes tenían un coste diferente que los jugadores debían abonar y, una vez hecho eso, podían realizar una tirada para saber cómo de rápido se movían el transporte elegido. Si elegíamos viajar por tierra, tirábamos un único dado, moviendo 1 2 o 3 espacio según el resultado obtenido. Si elegíamos mover por mar, nuestro movimiento correspondería exactamente al resultado obtenido en un dado. Mientras que si elegíamos movernos por aire, tiraríamos dos dados y avanzaríamos el total de ambos.

Evidentemente, los jugadores contábamos con un presupuesto limitado que debíamos administrar convenientemente para lograr llegar a todas las ciudades y comprar las tarjetas.

No era un juego complicado, pero sí bastante interesante para los más pequeños y el descubrimiento del mundo. Como decía en aquella entrada sobre La vuelta al mundo en 80 días, pasamos muchas tardes con él y, como también he comentado, ya lo hemos disfrutado varias veces con mis hijos. Para los adultos resultaba algo monótono, pues se trataba básicamente de elegir un camino y tirar dados, confiando en que la suerte nos acompañara para ser los primeros en completar el viaje.

La recomendación de la comunidad de la BGG se sitúa a partir de 6 años, y puedo estar de acuerdo, pues mi hijo pequeño lo jugó antes de cumplir los 7 años sin ayuda de un adulto. En estos casos necesitarán algo más de ayuda para localizar geográficamente las ciudades de destino, pero son perfectamente capaces de trazar las rutas para llegar hasta ellas. Sin embargo, la editorial situaba esa recomendación a partir de los 8 años, muy probablemente porque a partir de esa edad nos iniciábamos en el estudio de la geografía mundial. De hecho, mi hija lo ha demostrado en las partidas que hemos jugado.

No puedo dejar de sentirme afortunado por conservar este tipo de juegos y recuerdos, y de poder compartirlos ahora con mis hijos. Los tres hermanos siempre fuimos unos niños muy cuidadosos con los juguetes, muy posiblemente por la educación de nuestros padres, pero de ninguna forma significó dejar de disfrutar un ápice de cada juego. Lo uno no va reñido con lo otro.

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